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domingo, 9 de septiembre de 2007

Plaza de Armas en risas

Rodeados por una multitud de personas, en frente de la Catedral, encontramos a tres humoristas callejeros que con su picarezco humor, hacen explotar muchas carcajadas en su público.
Día viernes 10 de agosto, 15:20 horas. El día está levemente nublado, a ratos, se dejan ver algunos rayos de sol. En la Plaza de Armas, al frente de la Catedral, una multitud de gente--escolares con sus mochilas en la espalda, señoras con las bolsas de Pre-Unic en sus manos, oficinistas de abrigo y corbata, un barrendero con su tarro de basura y su escoba, vendedores ambulantes con sus mercancías en mano--estalla en carcajadas, luego mantiene un silencio, para después explotar en grandes risas nuevamente.

A los siete minutos de la rutina, uno de los comediantes comienza a molestar a su compañero con una supuesta homosexualidad, lo que genera un espontáneo griterío de la gente, que se multiplica en la turba, transformándose en un solo sonido que suena al unísono, diciendo: "uuuuuyyyyy". En ese instante, un joven, que se encontraba dos cuerpos más hacia mi derecha, comenzó a gritarle a los artistas, por lo que éstos no dudaron y ocuparon 30 segundos de su rutina en ridiculizar a esta muchacho, dejándolo en vergûenza frente a toda la multitud presente. En un principio, la reacción de éste fue reírse, para luego, tornar su cara de un color rojizo, y poco a poco, hundir su cabeza entre sus hombros, eso sí, nunca dejando un intento de sonrisa, supongo, para no verse tan humillado y ridiculizado ante todos.

La experiencia y la costumbre de trabajar hace tanto tiempo en la plaza, también ayuda a las rutinas de estos famosos personajes del lugar. Ya que, en un momento determinado del show, la campana de la Catedral comenzó a sonar. Cosa que es normal cada una hora, hasta que uno de estos hombres--vestido con un jeans azul claro, una camisa celeste, que se asoma por el cuello de un chaleco verde agua con líneas blancas horizontales y unos zapatos negros-- saca su celular, apunta hacia la cúpula del templo y aprieta un botón, simulando un control remoto, justo en el preciso momento en que la campana deja de sonar, logrando la más fuerte y larga carcajada de la multitud. Tras 25 minutos de chistes, risas, ridiculizaciones y gritos, estos artistas de la calle y maestros del humor, agradecen a su público y comienzan un discurso ya conocido por muchos de sus espectadores, en el cual, piden una cooperación monetaria para poder llegar con el pan de cada día a sus casas.

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